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lunes, 7 de marzo de 2011

Bodrum, la Turquía más cosmopolita

Bodrum, la Turquía más cosmopolita

La luz mediterránea invade al atardecer el animado puerto de la antigua Halicarnaso, en plena costa del Egeo.

 
 
En la Grecia antigua, la costa del mar Egeo se conocía como Jonia y la belleza de sus playas de aguas cristalinas era entonces ya apreciada. Homero llegó a decir de ella que era un “paraíso de eternos azules“. Hoy, la agreste península de Bodrum, en la confluencia entre el Egeo y el Mediterráneo, no sólo muestra las ruinas de la que llegara a ser en la antigüedad una de las ciudades coloniales más importantes de la región de Caria, donde vivieron personajes relevantes como Herodoto y Artemisa I, primera mujer almirante de la historia; también tranquilas calas rodeadas de pinos que son el lugar ideal para los amantes de los deportes náuticos.


Si los oníricos fondos marinos de Bodrum son un paraíso para los submarinistas, su litoral es perfecto para realizar pequeñas excursiones de un día en barco, como las que llevan a la playa de Dalyan, donde además del baño se pueden admirar tortugas protegidas, a las ruinas de Milas, Didimia y Mileto o, ya más allá, a las islas griegas de Kos y Rodas.



De vuelta a Bodrum, la localidad que da nombre a la península, hay que pasear por su puerto, el alma de la ciudad. En el paseo marítimo se suceden los cafetines, los restaurantes exóticos y las tiendas de ropa de marca, mientras en las aguas atracan decenas de yates de lujo y éstas se empeñan en sacar mil reflejos distintos a las características casas blancas que miran al mar. Cientos de viajeros abarrotan cada verano los animados bares de copas y las mastodónticas discotecas que se alinean en su Barlar Sokagi, dejando patente que aquí casan a la perfección el lujo otomano y las más modernas tendencias europeas.
 
 
 
 

La mejor forma de disfrutar el dolce far niente es tomar un café a media mañana para coger el pulso al lugar, especialmente en las terrazas de la playa de Kumbahçe y en el cafetín más popular, el Karyon. Con el ánimo repuesto hay que visitar el el castillo de San Pedro, construido por los caballeros de la Orden de Malta en el siglo XV, que acoge el Museo de Arqueología Submarina, y que fue levantado con piedras del Mausoleo de Halicarnaso. De la que fue una de las siete maravillas del mundo en la antigüedad, hoy apenas quedan unas ruinas, pero merece la pena ascender hasta ellas desde la mezquita de Tepecik para imaginar cómo debió ser este monumento en su época de esplendor, y visitar, de paso, el teatro de la época del Rey Mausolos, uno de los más antiguos de Anatolia, hoy usado como auditorio.

Al caer la tarde, lo mejor es dejarse arrastrar por la bulliciosa marea humana y llegar hasta el pequeño puerto de Tepecik, donde afloran las tabernas de pescado, para alargar el día hasta bien entrada la noche. Más allá, la península invita a seguir descubriendo otras turísticas localidades costeras, como Turgutreis, Gümüslük, Yalikavak, Gümbet…, sin prisa, con mucha calma.


 
Lo mejor la fusión entre el arte y el turismo de sol y playa. Un lugar realmente increíble!!!

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